sábado, 13 de marzo de 2010

LO QUE DE MI PADRE APRENDÍ.

Tengo muchas reservas que a la hora de escribir o hablar de mi padre Ramón Rubial. No por las cosas que tenga o deba decir de algo que es antes que nada mi familia e intimidad, sino ante la emoción y la sombra de su personalidad, que se abate sobre este orgullo mío infinito de pensar como él y de ser su hija.

Lo hago por deber ciudadano y para presentarlo como ideal, que es distinto a como modelo. Cada vida es una historia y cada cual tiene la suya pero los valores y las ideas pueden y deben compartirse, pueden guiarnos.

La lucha contra las injusticias y por la mejora de las condiciones de vida y trabajo de las personas, fueron la línea de conducta que guió toda su vida. Ello le condujo a múltiples calamidades, prisión, destierro, exilio, clandestinidad, torturas, trabajos forzados, y nunca le oímos quejarse, el había escogido su destino.

Según Pedro López Merino, ese medico “de los rojos separatistas” como le apodaron los franquistas, amigo entrañable de mi padre, decía que todas las heridas políticas, como las derivadas de sus muchos años de cárcel, "las cicatrizaban su amor al partido". Los avatares por los que pasó, no mermaron su fortaleza física.

Era un hombre recto, que respetaba la palabra dada, que veía siempre el lado positivo de las cosas. Amigo de sus amigos y alegre. Sus enormes responsabilidades nunca le quitaron el apetito de una buena cazuela de alubias en la Sabina, de La Arboleda, ni la sed para ir a tomar unos txikitos mientras se hablaba de política, como todavía hoy recuerdan con emoción sus amigos.

De el heredé algo sobre lo que he construido mi vida; el compromiso político por los demás. Porque ser militante del Partido socialista, para mi es actuar para apoyar las luchas de los trabajadores en defensa de sus puestos de trabajo y para dignificarlos. Ser del partido socialista es no aceptar las desigualdades sociales y culturales existentes, no dar por bueno una sociedad tan clasista y discriminatoria, para con los minusválidos, para con los emigrantes, para con las mujeres etc.

De mi padre aprendí que la violencia solo la utilizan los que carecen de razón, y que sobre ello no se puede construir nada. De él aprendí a aceptar y respetar al que piensa de otra manera. La generación de políticos a la que perteneció Ramón Rubial, fue capaz de formar gobiernos entre gentes de ideologías diametralmente distintas en aras del bien común. Lo hacia posible el sentido de la tolerancia y el respeto a la palabra dada y que son valores que debemos volver a poner en primera fila de la política.

Hace un año Patxi López culminó uno de los sueños del socialismo vasco; poner un socialista en Ajuria Enea. Ese lehendakari al que mi padre tuvo en brazos y al que hoy le hubiera gustado verle cogiendo las riendas de los destinos del País Vasco. Qué orgulloso hubiera estado que el hijo de Lalo, fuera investido Lehendakari de todos los vascos.

Estos días en el Parlamento vasco, estamos recordando a mi padre con una exposición sobre su vida, su lucha, que tan difícil es de separar de lo que ha sido la propia lucha del País vasco a lo largo del siglo XX. Las huelgas de la Naval, de Bandas y tantas y tantas fechas que han gravado los días más gloriosos de las luchas obreras del proletariado vizcaíno.

Hoy las generaciones tienen que saber que entonces había muchos como mi padre, que no fue ningún héroe ni quiso vivir después en tiempos de libertad como tal. La juventud tiene que saber que esta tierra era abono de luchadores socialistas y de otros partidos cuyas vidas se confunden con el atormentado recorrido de la democracia para llevarnos hasta nuestros días.

Hoy como senadora por Vizcaya, cuando recorro los pasillos del Senado, aun me cruzo con personas empleadas de la casa que le conocieron muy bien. No en vano el, antes que yo, fue electo de la Cámara Alta y me llena de orgullo que le recuerden por su humanidad y compromiso.

De Erandio, de padre calderero, aprendió el oficio de tornero. Los valores de su familia fueron los mimbres con los que él fundó la nuestra mas tarde y donde aprendí el valor del esfuerzo, el respecto al humilde, la solidaridad con el más débil.

En suma él ya era socialista antes de afiliarse a las juventudes socialistas , al PSOE y al sindicato UGT con apenas 16 años. Y de eso aprendí también que el partido es una herramienta para transformar la sociedad, es la palanca para sacudirse del inmovilismo que nos termina haciendo a todos conservadores.
La confianza depositada en nosotros por la ciudadanía y que nos permite gobernar el pais, es para renovar la ideas y cambiar la sociedad y no para dejarse cambiar por el poder.

A veces cuando el tiempo me lo permite me voy a pasear por Abandoibarra, donde está su escultura y me gustaría llevarlo por la orilla de la ría, donde tanto soñó y donde tanto sufrió también.

Me entran ganas de preguntarle si estoy haciendo las cosas bien pero sé que no me puede contestar y su mirada sigue divisando el horizonte, ese exilio para la eternidad que hoy lo custodia.

Mi educación forzosamente acompañada por largos períodos sin su presencia en casa me hizo del carácter independiente que soy hoy. Y a veces necesito hacerme niña para que este gran hombrachon ejerza toda la paternidad, que la vida le usurpo.

Hoy, hace más de una década que nos dejó y como si en la familia estuviéramos hechos de genes políticos, contemplo con una honda emoción el haber sido capar de entregar el testigo, su testimonio de la manera mas directa, a mi hija Eider, una mujer entre muchas de esa generación a las que no les dejamos el mejor de los mundos que se diga. Una diputada europea de la que su abuelo asfixiado de orgullo hubiera dicho sin duda: “pero que hace esta mocosa tanto tiempo en Bruselas”. Porque mi padre, Ramón Rubial, era muy suyo.

No hay comentarios: