Hace unos días el vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves, estuvo en el Congreso para presentar el Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local.
En su comparecencia, realizó un balance del precedente fondo del 2.009 y dijo que había sido un instrumento extraordinariamente eficaz de estímulo de la inversión y de contención del desempleo , como respuesta a una primera fase de la crisis. La finalidad del mismo era la financiación de actuaciones generadoras de empleo y la mejora de los equipamientos, las dotaciones y las infraestructuras de nuestros pueblos y ciudades .
Para ese fin se destinaron 8.000 millones de euros que se tradujeron en la realización de 31.000 proyectos y trabajo para 426.000 personas, 181.000 de nueva contratación y 245.000 ya integradas en las empresas encargadas de la ejecución de los proyectos. Son unas cifras que superaron de largo las previsiones iniciales en un 53 por ciento y que desmienten las críticas de despilfarro con las que el Partido Popular saludó el proyecto.
Ahora es el momento del segundo plan que incluye tres objetivos: el combate contra la crisis económica y sus efectos, la renovación del modelo de crecimiento económico y la creación de empleo y la garantía de nuestro modelo de protección social. Pero también supone un salto adelante, porque además de atender las necesidades de nuestros pueblos y ciudades, ahora estamos en el momento de apoyar la recuperación y la renovación del sistema productivo con una inversión de 5.000 millones de euros destinados a proyectos de inversión, buscando que nuestros pueblos y ciudades se constituyan en lanzaderas territoriales de la economía competitiva, en un horizonte de progreso tecnológico, al tiempo que sostenible, en los terrenos económico, medioambiental y social.
Esta última dotación de fondos presenta una importante novedad respecto al plan precedente. Los ayuntamientos podrán destinar el 20 por ciento del dinero que les corresponda a financiar gasto corriente con motivación social, especialmente para los vinculados con la educación y la dependencia.
Sin duda se trata de un esfuerzo extraordinario que en sólo dos años habrá supuesto una inversión de 13.000 millones de euros, que significa el mayor esfuerzo inversor en el ámbito local de la democracia y que representa una apuesta clara y un compromiso con los ayuntamientos.
Es la materialización del compromiso del PSOE en sumar esfuerzos en la consecución de lo que hoy son los grandes objetivos del país y de todos los ciudadanos como es la recuperación económica, el empleo y el bienestar social.
Los ayuntamientos, gobernados por diferentes partidos políticos, se han situado en la misma sintonía de onda. La práctica totalidad de los municipios (8.105) , en algunos casos agrupados por mancomunidades, han presentado un total 30.620 proyectos con una previsión de generar o mantener 274.000 empleos, a los que se unirán los indirectos que se generaran o mantendrán como consecuencia de la ejecución de los proyectos.
Durante la comparecencia de Manuel Chaves, el portavoz del PP criticó el fondo con alusiones a la necesidad de reformar los criterios de la financiación local y a los déficits que acumulan muchos municipios. La verdad que los argumentos resultaron llamativos, más si se tiene en consideración que el actual modelo de financiación fue aprobado en 2003 por un Gobierno del PP. Y es que los populares le han cogido tanto gusto a la oposición que se hacen oposición a si mismos: a sus políticas y, en el caso del fondo, a sus ayuntamientos.
martes, 16 de marzo de 2010
sábado, 13 de marzo de 2010
LO QUE DE MI PADRE APRENDÍ.
Tengo muchas reservas que a la hora de escribir o hablar de mi padre Ramón Rubial. No por las cosas que tenga o deba decir de algo que es antes que nada mi familia e intimidad, sino ante la emoción y la sombra de su personalidad, que se abate sobre este orgullo mío infinito de pensar como él y de ser su hija.
Lo hago por deber ciudadano y para presentarlo como ideal, que es distinto a como modelo. Cada vida es una historia y cada cual tiene la suya pero los valores y las ideas pueden y deben compartirse, pueden guiarnos.
La lucha contra las injusticias y por la mejora de las condiciones de vida y trabajo de las personas, fueron la línea de conducta que guió toda su vida. Ello le condujo a múltiples calamidades, prisión, destierro, exilio, clandestinidad, torturas, trabajos forzados, y nunca le oímos quejarse, el había escogido su destino.
Según Pedro López Merino, ese medico “de los rojos separatistas” como le apodaron los franquistas, amigo entrañable de mi padre, decía que todas las heridas políticas, como las derivadas de sus muchos años de cárcel, "las cicatrizaban su amor al partido". Los avatares por los que pasó, no mermaron su fortaleza física.
Era un hombre recto, que respetaba la palabra dada, que veía siempre el lado positivo de las cosas. Amigo de sus amigos y alegre. Sus enormes responsabilidades nunca le quitaron el apetito de una buena cazuela de alubias en la Sabina, de La Arboleda, ni la sed para ir a tomar unos txikitos mientras se hablaba de política, como todavía hoy recuerdan con emoción sus amigos.
De el heredé algo sobre lo que he construido mi vida; el compromiso político por los demás. Porque ser militante del Partido socialista, para mi es actuar para apoyar las luchas de los trabajadores en defensa de sus puestos de trabajo y para dignificarlos. Ser del partido socialista es no aceptar las desigualdades sociales y culturales existentes, no dar por bueno una sociedad tan clasista y discriminatoria, para con los minusválidos, para con los emigrantes, para con las mujeres etc.
De mi padre aprendí que la violencia solo la utilizan los que carecen de razón, y que sobre ello no se puede construir nada. De él aprendí a aceptar y respetar al que piensa de otra manera. La generación de políticos a la que perteneció Ramón Rubial, fue capaz de formar gobiernos entre gentes de ideologías diametralmente distintas en aras del bien común. Lo hacia posible el sentido de la tolerancia y el respeto a la palabra dada y que son valores que debemos volver a poner en primera fila de la política.
Hace un año Patxi López culminó uno de los sueños del socialismo vasco; poner un socialista en Ajuria Enea. Ese lehendakari al que mi padre tuvo en brazos y al que hoy le hubiera gustado verle cogiendo las riendas de los destinos del País Vasco. Qué orgulloso hubiera estado que el hijo de Lalo, fuera investido Lehendakari de todos los vascos.
Estos días en el Parlamento vasco, estamos recordando a mi padre con una exposición sobre su vida, su lucha, que tan difícil es de separar de lo que ha sido la propia lucha del País vasco a lo largo del siglo XX. Las huelgas de la Naval, de Bandas y tantas y tantas fechas que han gravado los días más gloriosos de las luchas obreras del proletariado vizcaíno.
Hoy las generaciones tienen que saber que entonces había muchos como mi padre, que no fue ningún héroe ni quiso vivir después en tiempos de libertad como tal. La juventud tiene que saber que esta tierra era abono de luchadores socialistas y de otros partidos cuyas vidas se confunden con el atormentado recorrido de la democracia para llevarnos hasta nuestros días.
Hoy como senadora por Vizcaya, cuando recorro los pasillos del Senado, aun me cruzo con personas empleadas de la casa que le conocieron muy bien. No en vano el, antes que yo, fue electo de la Cámara Alta y me llena de orgullo que le recuerden por su humanidad y compromiso.
De Erandio, de padre calderero, aprendió el oficio de tornero. Los valores de su familia fueron los mimbres con los que él fundó la nuestra mas tarde y donde aprendí el valor del esfuerzo, el respecto al humilde, la solidaridad con el más débil.
En suma él ya era socialista antes de afiliarse a las juventudes socialistas , al PSOE y al sindicato UGT con apenas 16 años. Y de eso aprendí también que el partido es una herramienta para transformar la sociedad, es la palanca para sacudirse del inmovilismo que nos termina haciendo a todos conservadores.
La confianza depositada en nosotros por la ciudadanía y que nos permite gobernar el pais, es para renovar la ideas y cambiar la sociedad y no para dejarse cambiar por el poder.
A veces cuando el tiempo me lo permite me voy a pasear por Abandoibarra, donde está su escultura y me gustaría llevarlo por la orilla de la ría, donde tanto soñó y donde tanto sufrió también.
Me entran ganas de preguntarle si estoy haciendo las cosas bien pero sé que no me puede contestar y su mirada sigue divisando el horizonte, ese exilio para la eternidad que hoy lo custodia.
Mi educación forzosamente acompañada por largos períodos sin su presencia en casa me hizo del carácter independiente que soy hoy. Y a veces necesito hacerme niña para que este gran hombrachon ejerza toda la paternidad, que la vida le usurpo.
Hoy, hace más de una década que nos dejó y como si en la familia estuviéramos hechos de genes políticos, contemplo con una honda emoción el haber sido capar de entregar el testigo, su testimonio de la manera mas directa, a mi hija Eider, una mujer entre muchas de esa generación a las que no les dejamos el mejor de los mundos que se diga. Una diputada europea de la que su abuelo asfixiado de orgullo hubiera dicho sin duda: “pero que hace esta mocosa tanto tiempo en Bruselas”. Porque mi padre, Ramón Rubial, era muy suyo.
Tengo muchas reservas que a la hora de escribir o hablar de mi padre Ramón Rubial. No por las cosas que tenga o deba decir de algo que es antes que nada mi familia e intimidad, sino ante la emoción y la sombra de su personalidad, que se abate sobre este orgullo mío infinito de pensar como él y de ser su hija.
Lo hago por deber ciudadano y para presentarlo como ideal, que es distinto a como modelo. Cada vida es una historia y cada cual tiene la suya pero los valores y las ideas pueden y deben compartirse, pueden guiarnos.
La lucha contra las injusticias y por la mejora de las condiciones de vida y trabajo de las personas, fueron la línea de conducta que guió toda su vida. Ello le condujo a múltiples calamidades, prisión, destierro, exilio, clandestinidad, torturas, trabajos forzados, y nunca le oímos quejarse, el había escogido su destino.
Según Pedro López Merino, ese medico “de los rojos separatistas” como le apodaron los franquistas, amigo entrañable de mi padre, decía que todas las heridas políticas, como las derivadas de sus muchos años de cárcel, "las cicatrizaban su amor al partido". Los avatares por los que pasó, no mermaron su fortaleza física.
Era un hombre recto, que respetaba la palabra dada, que veía siempre el lado positivo de las cosas. Amigo de sus amigos y alegre. Sus enormes responsabilidades nunca le quitaron el apetito de una buena cazuela de alubias en la Sabina, de La Arboleda, ni la sed para ir a tomar unos txikitos mientras se hablaba de política, como todavía hoy recuerdan con emoción sus amigos.
De el heredé algo sobre lo que he construido mi vida; el compromiso político por los demás. Porque ser militante del Partido socialista, para mi es actuar para apoyar las luchas de los trabajadores en defensa de sus puestos de trabajo y para dignificarlos. Ser del partido socialista es no aceptar las desigualdades sociales y culturales existentes, no dar por bueno una sociedad tan clasista y discriminatoria, para con los minusválidos, para con los emigrantes, para con las mujeres etc.
De mi padre aprendí que la violencia solo la utilizan los que carecen de razón, y que sobre ello no se puede construir nada. De él aprendí a aceptar y respetar al que piensa de otra manera. La generación de políticos a la que perteneció Ramón Rubial, fue capaz de formar gobiernos entre gentes de ideologías diametralmente distintas en aras del bien común. Lo hacia posible el sentido de la tolerancia y el respeto a la palabra dada y que son valores que debemos volver a poner en primera fila de la política.
Hace un año Patxi López culminó uno de los sueños del socialismo vasco; poner un socialista en Ajuria Enea. Ese lehendakari al que mi padre tuvo en brazos y al que hoy le hubiera gustado verle cogiendo las riendas de los destinos del País Vasco. Qué orgulloso hubiera estado que el hijo de Lalo, fuera investido Lehendakari de todos los vascos.
Estos días en el Parlamento vasco, estamos recordando a mi padre con una exposición sobre su vida, su lucha, que tan difícil es de separar de lo que ha sido la propia lucha del País vasco a lo largo del siglo XX. Las huelgas de la Naval, de Bandas y tantas y tantas fechas que han gravado los días más gloriosos de las luchas obreras del proletariado vizcaíno.
Hoy las generaciones tienen que saber que entonces había muchos como mi padre, que no fue ningún héroe ni quiso vivir después en tiempos de libertad como tal. La juventud tiene que saber que esta tierra era abono de luchadores socialistas y de otros partidos cuyas vidas se confunden con el atormentado recorrido de la democracia para llevarnos hasta nuestros días.
Hoy como senadora por Vizcaya, cuando recorro los pasillos del Senado, aun me cruzo con personas empleadas de la casa que le conocieron muy bien. No en vano el, antes que yo, fue electo de la Cámara Alta y me llena de orgullo que le recuerden por su humanidad y compromiso.
De Erandio, de padre calderero, aprendió el oficio de tornero. Los valores de su familia fueron los mimbres con los que él fundó la nuestra mas tarde y donde aprendí el valor del esfuerzo, el respecto al humilde, la solidaridad con el más débil.
En suma él ya era socialista antes de afiliarse a las juventudes socialistas , al PSOE y al sindicato UGT con apenas 16 años. Y de eso aprendí también que el partido es una herramienta para transformar la sociedad, es la palanca para sacudirse del inmovilismo que nos termina haciendo a todos conservadores.
La confianza depositada en nosotros por la ciudadanía y que nos permite gobernar el pais, es para renovar la ideas y cambiar la sociedad y no para dejarse cambiar por el poder.
A veces cuando el tiempo me lo permite me voy a pasear por Abandoibarra, donde está su escultura y me gustaría llevarlo por la orilla de la ría, donde tanto soñó y donde tanto sufrió también.
Me entran ganas de preguntarle si estoy haciendo las cosas bien pero sé que no me puede contestar y su mirada sigue divisando el horizonte, ese exilio para la eternidad que hoy lo custodia.
Mi educación forzosamente acompañada por largos períodos sin su presencia en casa me hizo del carácter independiente que soy hoy. Y a veces necesito hacerme niña para que este gran hombrachon ejerza toda la paternidad, que la vida le usurpo.
Hoy, hace más de una década que nos dejó y como si en la familia estuviéramos hechos de genes políticos, contemplo con una honda emoción el haber sido capar de entregar el testigo, su testimonio de la manera mas directa, a mi hija Eider, una mujer entre muchas de esa generación a las que no les dejamos el mejor de los mundos que se diga. Una diputada europea de la que su abuelo asfixiado de orgullo hubiera dicho sin duda: “pero que hace esta mocosa tanto tiempo en Bruselas”. Porque mi padre, Ramón Rubial, era muy suyo.
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